22.8.07

“Requiescat In Pace”

Con el debido respeto, pero no he podido quitarme de la mente sus palabras y sus lágrimas mientras me comentaba o que había sucedido...

Where'd you go?

I miss you so,
Seems like it's been forever,
That you've been gone.
(Fort Minor)

El hombre vestido de manera elegante mantenía los ojos clavados en la tierra que estaba siendo removida y vuelta a remover para echarla sobre la caja que llevaba parte de su vida y de su propia alma.

Nadie sabía si era por que no quería o porque no podía despegar su vista de la caja de ébano café decorada de una manera sobria y elegante, como lo había estipulado en su testamento meses antes, y a la cual él le había agregado, saltándose todos los convenios y testamentos que existían, una especie de adorno en cantera que asemejaba un corazón con una mujer, que para algunos presentes hacía las veces de virgen, piadosa y amorosa, mientras que para otros no tenía forma alguna y hasta temían que El señor tan elegante hubiera perdido la cabeza de un día para otro.

Pero a El señor vestido de manera elegante no le importaba realmente lo que dijeran los presentes, que la mayoría no eran de su agrado, ni qué formas vieran en el adorno de la caja. No, a él eso le iba y le venía. Era su forma de entregarle un pedazo de él, que de sobra sabía que ya se había llevado sus ilusiones y sueños pero, aún así, si lo hubieran dejado hubiera abierto la caja y se hubiera acurrucado junto a ella para irse los dos por el mismo camino.

Realmente es difícil de comprender que sucedió ese día. El sol brillaba como los días anteriores, las nubes formaban sus acostumbradas figuras para que en segundos después se perdieran y volvieran a juntarse minutos después para crear nuevas formas. Los niños jugaban en el parque, como cualquier día común, aventándose el agua de la fuente cercana o corriendo sin ninguna dirección, mientras ella esperaba, ansiosa, a que llegara el momento de verle.

Hacía meses que no le veía y en la última llamada le había avisado que se había dejado la barba, a lo que ella había emitido un bufido en señal de desaprobación, pero aún así quería verle, quería escucharle, quería besarle.

Deseaba sentirle cerca, saber si lo que había sentido alguna vez seguía ahí, cuatro meses es una vida, se repetía ella cada vez que sentía la opresión en el pecho por verlo, y una no puede darse el lujo de andar esperando a un despistado que siente que la vida es un devenir, un circo en el que puede hacer y deshacer a su antojo.

Las horas pasaban y ella seguía semi tendida sobre el pasto, viendo pasar a la gente y pensando por qué lado llegaría. Cuando volteaba su cabeza y veía de vez en vez alguna pareja, ya fuera joven o adulta, hacía un mohín de enojo e inmediatamente sonreía como quien dice, esperen unos minutos y podré competir con cualquiera de ustedes, y así pasaban las horas.

Mientras él, Él hombre vestido de manera elegante, caminaba despacio por las intrincadas calles de la ciudad, se tocaba la barbilla irritada y recién desnudada después de meses de haberse cubierto con una capa fina de vello, pensando la cara que ella haría. Pero eso no era lo más importante, que más daba si se había rasurado para darle gusto una vez más a ella… no, lo importante era lo que llevaba en su pequeña mochila que cargaba a su costado izquierdo como una presea, como un objeto digno de enseñarlo y mucho más para regalárselo.

Se entendía que Él no era alguien común y no tenía una profesión que se adaptara a los cánones establecidos por los más viejos y que según cuentan los más se deben seguir al pie de la letra. Su madre se había dado cuenta desde pequeño que no sería un gran oficinista, con traje y buenos modales, sino que por el contrario llevaría una vida errante.

Y Él no la había decepcionado, había buscado una profesión que cubriera sus necesidades, físicas y emocionales, desde muy jóven y lo había conseguido. Claro, pero a costos grandes, como desprenderse de su familia desde pequeño. Pero ese no es el punto de este recuento de notas, ni sobre como vislumbró lo que sería su futuro…. No, para eso se ha escrito y dicho ya miles de reclamos. La gente cree que me tomó la vida muy a la deriva, como si fuera un circo y yo fuera el payaso principal, el cual tiene la libertad histriónica de aparecer en cualquiera de las tres pistas, solía repetir a quien platicaba con Él, pero eso no es cierto.

Pero regresemos a su paquete, lo que llevaba en su pequeña mochila del costado izquierdo de sí. Era un pequeño regalo para ella, una forma abstracta en cantera que había creado y que tenía la forma de ella, de su musa…una mujer con las manos hacia arriba y tocando la luna. Sus compañeros de gremio lo habían llamado abstracto y hasta alguno más le había dicho artista, maestro..Lo que le había causado mucha gracia, porque no lo había esculpido pensando en ganarse el respeto de los demás, sino en ganarse el corazón de Ella, por fin ganarlo y retenerlo.

Por su parte ella seguía esperando el momento en que apareciera. Claro, pensaba y musitaba, no pierde su costumbre de llegar tarde a todo, podrá ser el mejor en su arte pero el peor en eso de los reencuentros. Pero el destino se empeña en jugar bromas que de inicio no se entienden, ni mucho menos después… y eso fue lo que pasó en esta historia.

Los detalles están de más y darlos a conocer sería un poco morboso. Lo único que se recuerda es que mientras Él caminaba de forma presurosa por la calle arbolada, unos niños salieron corriendo de la nada y sin importarles las reglas viales y sociales para caminar por las calles realizaron sus acostumbrados jugueteos sin malicia.

Esto no sólo fue notado por Él, al ser golpeado por uno de los niños de manera accidental, una automovilista también lo noto…pero ésta con menos suerte. El carro viró de manera brusca y se coleó en una par de veces antes de perder totalmente la estabilidad, mientras los niños veían con caras estupefactas y asustados por el regaño que recibirían por esa travesura.

El carro giró una, dos y tres veces sobre su propio eje hasta que fue expulsado, escupido, hacia el parque donde el sol brillaba, las nubes formaban caprichosas figuras y los niños jugueteaban. Ella sólo pudo ver una pequeña sombra y su nombre en voz de Él…después silencio, un absoluto silencio.

Lo demás es historia. Las lágrimas, gritos y actos desesperados por mantener con vida a alguna de las víctimas, fueron en vano…Él lo comprendió rápidamente y supo que ese era el primer día de su vida, de su verdadera vida. Maldijo a todo mundo, a los niños, a la automovilista, a los transeúntes que pasaban por ahí y volteaban a ver por morbo, reacción normal después de un accidente de tal envergadura, a la falta de seguridad social en las calles, al gobierno y al mismo Dios que no hay que olvidar que a éste siempre se le maldice, tenga o no tenga culpa alguna….pero sabía que no podía cambiar nada, que ese era el primero de su verdadera vida.

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