23.10.10

El potrero no se mancha

“El fútbol debería ser gestionado por los futbolistas, los dirigentes sólo desean robar el dinero de los clubes y salir en la foto”.

Diego Armando Maradona


Sonó el teléfono de la redacción y supuse que debía ser algo importante. No es que nunca suene, pero ya entrada la madrugada sólo suena por cosas realmente excepcionales. Ese día la guardia sucedía con relativa tranquilidad y sin eventos que acapararan la atención. Así que al escuchar el timbre del teléfono, me latió el corazón un poco más rápido de lo normal.


Contesté, aparentando tener calma y hasta un poco de hastío, e inmediatamente recordé esa voz. Un –hola Licenciado- bastó para recordar todo. Él fue, siendo honestos, el artífice de mi éxito y mi ascenso en el periódico al brindarme datos, fechas y nombres claves para desenmascarar aquel problema de los controles antidopajes dentro de la selección. Fue mi entrada y protector dentro del mundo futbolero. Durante la investigación lo apodé “boca chiquita” y así fue como siempre lo ubiqué.


Nunca pude agradecerle de forma personal, ni siquiera conocerlo físicamente, y por más que intenté concertar citas o encuentros para saber quién era y por qué me había escogido para brindarme esos secretos, todos mis intentos fallaron. Al final, el reportaje fue un éxito, la noticia una primicia, el diario se vio beneficiado y yo, obviamente, fui ascendido. Todos ganamos, menos él, y con el paso del tiempo lo olvidé y nunca más pensé en el misterioso “boca chiquita”.


Pero no hay plazo que no se cumpla y fecha que no llegue, supongo. Y ahí estaba de regreso el personaje que me había llevado a la fama. Rápidamente contesté con un –Hola-, ahora sí totalmente nervioso, e intenté excusarme por no haberlo buscado ni compartido mi fama. Pero pareció no importarle. Me calló, empezando a hablar sobre lo que pasaba. Lo primero que dijo, y que atrajo mi atención, fue; “la cosa está muy caliente por acá, por la Federación, Licenciado”.


No tenía que adivinar. Cualquier persona con un mínimo de conocimientos generales sabía que se refería al problema que existía entre seleccionados y federativos, con todo este asunto de la fiesta después de un partido en dónde sólo habían demostrado estar muy lejos del nivel alguna vez obtenido en años anteriores. Claro, eso debía ser. La carta-sentencia por parte del capitán del tricolor, amenazante e intimidatoria buscando la cabeza de federativos, fue la cereza que coronaba aquel espectáculo decadente.


Él continuó su charla. “Buscan cabezas. Una total cacería de brujas. Falta de integridad, respeto y dignidad por parte de ambos bandos” reclamaba “boca chiquita”. Eso era, a grandes rasgos, lo que pensaba de la situación. Pude notar que, por la forma de hablar y comportarse, mi conexión estaba íntimamente vinculado a la Federación de Fútbol y eso me empezó a inquietar un poco. Nada bueno, pensé, nada bueno.


Entonces, actuando de forma intempestiva, expresó aquello que temía. “Licenciado, usted me debe un favor. Es hora que me lo pagué”. –Maldición-, pensé, e inmediatamente pregunté sobre cómo quería, a la vez que intentaba excusarme por si buscaba algún artículo o reportaje parcial. -El diario no puede, ha construido su imagen y el público confía-. Una pequeña risa se escuchó del otro lado del auricular y un –No se preocupe, conozco su integridad- fue la terminación de aquel hilo conversacional.


No, lo que quería “boca chiquita” era desenmascarar, nuevamente, aquel problema y demostrar los vicios tanto de federativos como de seleccionados. –En este problema, nadie se salva Licenciado. Usted los conoce, un poco de dinero y fama y se creen dioses, intocables. Es hora de enseñarles que son como nosotros- Me dejó estupefacto y me dio un poco de miedo. Jugar con esas cosas, no era algo tan sencillo. Muchas represalias y enemistades podía ganarme, pero por otro lado debía este favor y no sabía de qué era capaz “boca chiquita”.


Acepté, con reservas, argumentando que si llegaba a notar algo turbio lo dejaría inmediatamente y, extrañamente, aceptó. Lo primero que me pidió, entonces, fue acudir a la Federación a primera hora y buscar datos sobre gastos por “comidas y eventos” para después ir a entrevistarme, ya había hecho los arreglos, con el gerente de un bar que apodaban “Bam-bam”. Pregunté si era todo, a lo que respondió con un –por ahora- y colgó. No pude concentrarme más, sólo pensaba en lo que sucedería después de esa conversación.


A la mañana siguiente fui a la Federación a buscar la información. Me atendió Don Jesús, hombre de comunicación de la Federación, que llevaba toda su vida trabajando y el cual, en tono amable, me dijo que consultaría y me haría saber la resolución, ya que esos datos eran confidenciales. Me preguntó el por qué de mi interés, y me justifiqué inventando un reportaje para el diario sobre la comida que recibe un futbolista profesional durante sus concentraciones.


Inmediatamente tuve que salir para encontrarme con “Bam bam”, quien administraba un club de poca monta. La entrevista se llevaría a cabo en un restaurante al sur-poniente de la ciudad. Los gastos correrían por mi cuenta y tendría que preguntar por la mesa del Señor Buenrostro. Todo esto me parecía de novela, como aquellas películas que mis profesores ponían durante la carrera para demostrar lo que era capaz un periodista por cubrir algún evento.


Llegué al restaurante y pregunté por mi entrevistado. Un camarero, amable y sonriente, me llevó a una mesa que, curiosamente, estaba en el rincón y la cual era difícil de divisar a simple vista. Mis corazonadas fueron correctas y frente a mí tenía a un hombre de mediana edad que cumplía todas las características de arquetipo de cadenero o bar tender de cualquier bar o disco de moda. Fornido, pelo largo, cuidadoso en su vestimenta, un poco exagerada para mi gusto, y con actitud pedante.


Me senté y esperé un momento. Por lo que podía observar, ya había comido y llevaba algunas copas. No sabía realmente qué preguntar, así que intenté realizar un primer acercamiento, intentando sondear el terreno. Justo cuando me disponía a hablar, levantó la mano en un ademán de silencio, sacó un sobre amarillo y tan sólo dijo –el Don me pidió que lo entregara. Ahí está todo lo que le interesa. Yo, simplemente atendía las peticiones de la Federación- Me quedé petrificado, intrigado.


¿Qué significaba todo esto? Inmediatamente tomé el sobre y buscaba abrirlo, cuando “Bam bam” con una mirada me indicaba que no, para después explicarme –aquí no, hay mucha gente y sabrá Dios los que vengan a comer- Acepté y como autómata guardé el sobre dentro de la mochila que siempre cargo. No sabía cómo excusarme de ahí, para poder leer toda esa información. Así que fingí una llamada de la redacción, la cual urgentemente me pedía estar por allá.


Mi interlocutor pareció no importarle, sólo se limitó a darme un mohín de sonrisa y aceptar con la cabeza. Salí más rápido y llegué lo más pronto a la redacción. No sabía qué esperar, podría ser un truco o, por otro lado, podría ser algo vital. Llegué a mi lugar, pero desconfié de abrirlo y leerlo frente de todos, alguien podría intentar quitármelo o hablar demás con los compañeros, nunca se sabe y menos en este oficio.


Me parapeté en una de las pequeñas salas de oficina y ahí fue cuando la verdad estuvo frente a mí. Copias de recibos, fotos, cuentas por pagar, cheques cobrados, que relacionaban las fiestas que la selección realizaba después de los partidos. Pero lo revelador era que los altos funcionarios, aquellos mismos que ahora intentaban poner orden, eran los mismos que pagaban o ayudaban a los futbolistas a tener todo lo necesario para tener fiestas inolvidables.


Mejor aún. Fotografías de futbolistas con funcionarios en fiestas, acompañados de mujeres, lo que le daba ese tono morboso y dramático a la situación. Cheques por cobrar para diferentes empresas de catering. Cuentas desorbitantes por botellas de vino, de los mejores, comida, cuentas de “acompañantes”. Todo lo necesario para abrir esta caja de pandora estaba ahí, frente a mis ojos. Pero no estaba tan seguro de hacerlo, ¿sería capaz de hacerme tantos enemigos?


Estaba absorto en los papeles que tenía cuando sonó el teléfono de la sala de juntas. Me asustó y presintiendo algo, inmediatamente lo recogí. Lo siguiente no lo recuerdo bien, porque fue de improviso pero una voz, áspera y nada amigable, me decía que ya estaba todo dicho. Que si intentaba siquiera sacar algo de información sobre lo que tenía, que lo iba a pagar y me iba a arrepentir. Que ya habían ubicado al chivo expiatorio, que era cuestión de horas para despedirlo y buscar acciones legales en su contra.


Estaba contrariado, asustado. Intenté protegerme explicando que no sabía a qué se refería, pero mi interlocutor, en un tono más agresivo, ya me empezaba a insultar diciendo que no me hiciera el periodista valiente porque me iban a callar. Que no sería el primero ni el último y que mejor ni le moviera. Que si sabía lo que me convenía, me quedaría callado y que Don Jesús, mi conexión, iba a ser despedido.


No lo podía creer, por primera vez sabía quién era “boca chiquita”. Tiempo después supe el por qué de su tráfico de información. Era sencillo, Don Jesús, quién había dedicado toda su vida a la Federación nunca había sido valorado, ni recompensado de la manera correcta. Por tanto, había planeado toda una campaña para tronar aquellos federativos que le habían dado la espalda una y otra vez. Mente maquiavélica pienso una y otra vez.


Del caso, preferí no hablar, sólo dar a conocer lo que los otros medios informaban, la versión oficial y aceptada para no tener represalias, ni ver envuelto al diario en un escándalo. Lo sé, muchas veces me culpo de cobarde y poco profesional, pero es que después de ver que Don Jesús desapareció y nadie lo encuentra, decidí que es mejor dejar que la pelota ruede y no se manche, como diría un grande alguna vez. Al final, federativos corruptos y jugadores mediocres existirán por siempre.