22.5.09

BAILANDO EN LA OSCURIDAD


...Despertó. Se había quedado dormido en ese baño oscuro y helado. Se levantó dificultosamente. La oscuridad era total e Ismael no veía nada. Cada vez hacía más frío. La música se había detenido y de hecho no escuchaba nada. Ignoraba cuánto tiempo había transcurrido mientras él yacía abrazado al inodoro, impregnado de su vómito, ahora insoportable. Silencio total. Ismael cada vez veía menos; la cabeza le dolía pero aún conservaba mucha energía. Había que ir a la sala y seguir la fiesta. Pero ahora todo se hallaba en silencio, no parecía haber nadie. Con las manos bien pegadas a la pared avanzó por el pasillo, que le pareció más largo de lo normal, ¿cómo no lo advirtió antes? Tropezó con un bulto y tuvo un sobresalto fulminante....

....A tientas llegó a la mesa y tomó la primera botella que encontró, bebió un largo trago para calentarse. Aún era muy fuerte el olor de alcohol, tabaco y sexo. Pero no había nadie. ¿A dónde se habían ido las hermanitas? ¿Y sus amigos? Ismael pensó que quizás estuvo dormido mucho tiempo en el baño y todos se fueron. O le jugaban una broma. ¿O era una prueba? Volvió a beber. El cuerpo desanudó la tensión, pero no del todo. Como no veía nada, avanzó a tientas buscando el apagador general de la luz. Una pesadez metálica le aplastaba la cabeza, a la altura de las sienes, y su frente ardía, se consumía. Quería encontrar la puerta y largarse de allí lo más pronto posible. La oscuridad lo desquiciaba. Sin embargo, con lentitud exasperante, llegó de nuevo al pasillo. Por aquí debe estar la salida, pensó.

Despertó. El chofer de Narciso, excitadísimo, lo zarandeaba y le gritaba. Estaba en la sala de la fiesta y no había nadie aparte de ellos dos. Ismael tenía frío, un dolor de cabeza reseco lo aplastaba y la sed le devastaba la garganta. Se estiró hacia una de las botellas y bebió desesperadamente. Hasta entonces escuchó lo que el chofer repetía y repetía; habían nombrado a Narciso, sin lugar a dudas sería el próximo presidente de la República. ¿De veras?, casi rugió Ismael ¡ya la hicimos! ¡Y lo mandaba llamar! Ahora todo se le abriría, podía aspirar a lo más alto, a lo más alto. Ismael casi gritó de júbilo cuando vio sobre la mesa el cofrecito lleno de cocaína. Justo lo que necesitaba para estar a la altura de las circunstancias. Con la cucharita de plata aspiró repetidas veces. Así. Exacto. Otro poco. Más. Más. Aspiró hasta que los ojos literalmente se le abrieron y la vida le entró con furia a través de la mirada. Ah. Perfecto. La sangre corría de nuevo por su cuerpo e Ismael comprendió que tenía que bañarse, afeitarse, felicitar a su jefe y disponerse a administrar la riqueza......

Extracto del cuento de José Agustín. Bailando en la Oscuridad.



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