31.10.11

Dicen por decir

A tí.

Que los fueron aventar por la carretera que va hacia el sur, dicen. Que no eran más que un puñado de jóvenes, sin ningún oficio ni beneficio, dicen. Que buscaban a aquel que les fue a quitar, y a matar, a una gran cantidad de seguidores en los municipios aledaños a la ciudad, dicen. Que actuaron con saña y con resentimiento, como si tuvieran podrido el corazón, y que fue un mensaje para todos aquellos que buscaban saber, dicen.

Que las familias fueron allá, al camino pedregoso y pronunciado, a pie la mayoría, a buscarlos y darles un santo sepulcro, dicen. Que se llevaron a sus muertos así como llegaron, a pie y que nadie tuvo a bien ayudarlos, dicen. Que les lloraron siete veces siete, a los que eran suyos como a los que no, dicen. Que ante el temor de tener repercusiones nadie se presentó a los funerales, ni a novenarios ni misas de gracias, dicen.

Que la gente sabía que la policía estaba corrupta y que no hicieron investigación alguna, dicen. Que las balaceras y los colgados que aparecieron después fue otra muestra de poder, dicen. Que de repente empezaron a aparecer los cuerpos de aquellos que tenían que ver con los verdugos de los jóvenes, dicen. Que por las noches se escuchaba clamores y gritos aterradores, dicen. Que no fue hasta que cayó el último, todos con muestras de tortura, que se dejó de escuchar el murmullo de -ojo por ojo y diente por diente-, dicen.

Que entonces regresó la paz y que por las noches se podía conciliar el sueño, dicen. Que aún los padres buscan a sus jóvenes, pero que saben que ya están descansando, dicen. Que Dios sí es vengativo y disfruta de hacer sufrir a aquellos que se comparan con él, dicen. Que estos son los días últimos y que lo peor aún no se avecina, dicen, pero no me haga mucho caso y mejor siga por su camino que en este pueblo no hay mucho que ver, ni hacer.

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