29.4.08

Para qué

A lo lejos se escuchaba el rumor de la gente, del bullicio. A lo lejos se escuchaban motores de autos, de camiones, sonidos de claxon, de gente desesperada por llegar a cualquier lado. Él les escuchaba, recostado sobre su cama, con las sábanas sólo cubriéndole hasta el torso. Los escuchaba, con los ojos abiertos, clavados en otro mundo, con esa expresión que te hace saber que realmente no está atendiendo a nada.
A lo lejos continuaban los sonidos, ruidos casi insoportables. Ya alguien se había enfrenado, en un arrebato de visceralidad, y buscaba descargar todo el enojo contenido con alguien más. Él sólo hizo un mohín de sonrisa, se dijo para sí mismo es lo típico, uno siempre tiene que cargarle su muerto a alguien más. Pero se mantenía recostado, así, como esperando que no sucediera nada. Por qué, realmente no iba a suceder nada. No lo sabía ya, pero lo daba por descontado, como esas veces que sabía que su equipo favorito perdería y no se molestaba siquiera en prender el televisor o la radio para seguirlo. Para qué, era lo que mantenía en su mente. Justo como ahora el pensamiento que le invade.
A lo lejos continuaba el rítmico y a veces arrítmico ir y venir de la gente, de la sociedad. Él lo podía escuchar, ahora con su mano ya sobre el suelo hacía figuras amorfas, líneas, realmente nada. Simplemente seguía con los ojos clavados en la nada. Afuera, la gente se había reunido para ver como la trifulca tomaba forma, contexto.
Un primer golpe se escucho y después de eso muchas maldiciones, él dejó derramar una lágrima, una pequeña y tímida lágrima por su lagrimal derecho. Pero ni siquiera se percató. Para qué, era lo que mantenía en su mente.
Después otro y otro golpe, algunas amenazas. La gente loca, gritando, ayudando, haciendo las veces de árbitro, de ayudante. Él, con la mano sobre el suelo haciendo líneas imaginarias y con la lágrima llegando casi a su nariz, soltó otra. Una con más forma, con más sentimiento si se permite medir una lágrima en cuanto a sentimientos. Una lágrima que corrió más rápido, pero más pesadamente por su rostro. Pero, nuevamente, no se percató.
Afuera, la gente ya loca de la excitación gritaba, alentaba, denigraba a los dos peleadores modernos. De repente todo se detuvo, sonidos de sirenas acaparaban el lugar, gritos, desconcierto, voces en altavoces se escuchaban. El ruido se volvió insoportable de nuevo. Mientras él, seguía trazando líneas en el suelo y con sus dos lágrimas se seguía diciendo… para qué.